sábado, 28 de abril de 2012

IMPERDIBLE


Por Federico Frau Barros

“Ya se lo retiro maestro”, esas fueron las palabras del barbudo vendedor ambulante que de muy educada manera apoyó un disco sobre mi rodilla. Lo hizo conmigo como con todos los pasajeros que iban sentados en el mismo vagón de tren. Viajaba a bordo del ferrocarril San Martín, saliendo de la estación Caseros, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, precisamente en dirección a la terminal de Retiro.

“Cursos de oficio para el hogar y el profesional” rezaba la carta de presentación de la portada del disco. Era el Volumen Uno, era el principio de todo. Un devedé que se auto definía como “único en su tipo”. Incluía más de 3000 libros completos y , de yapa, 200 juegos para computadora. Tanto me sorprendió el ofrecimiento que en ese mismo momento saqué mi cuaderno y comencé a escribir algunos detalles que no podía dejar que su futura existencia dependiera de mi querida memoria. Me llamó la atención de manera ambigua. Era la primera vez que me ofrecían un software en un vagón de tren y por más superficial y poco alentador que pareciera, no me dejaba de asombrar la cantidad de contenido que el disco prometía.

“Imperdible”, gritaba en letras rojas el papel dentro del sobrecito plástico que resguardaba a este gurú digital. Un disco capaz de entregarnos abundantes conocimientos. Desde la magia de la acunpuntura al secreto de la seducción al sexo opuesto, pasando por la milenaria técnica del bonsai, adiestramiento canino, un curso para aumentar la propia estatura, ilusionismo, defensa personal, guitarra, fotografía digital y hasta como reparar sanitarios. Esta biblia de los oficios nos permite todo eso o tal vez, mejor aún, nos permite poder imaginarnos ser todo eso. Aunque realmente nunca lleguemos a serlo.



Esa libertad que nos da este vertiginoso siglo veintiuno, que nos permite ser todo y no ser nada a la misma vez. Ese “no tener nada y tenerlo todo” del que hablaba, con mucha actitud desde el costado del camino, el gran Fito Paez. El imperdible disco no era más que un claro reflejo de esta fiebre por la novedad que nos impone la brutal sociedad de consumo en la que estamos inmersos. El show del  entretenimiento se ha tenido que reinventar con sumo cuidado, pero cada vez con menos creatividad. Las telarañas del show del distraimiento nos atrapan y consumen. Este ritmo que nos obliga a querer borrar todo tiempo muerto y no disfrutar del momento, en su debido momento. Sacamos fotos, filmamos secuencias, para mostrar en el futuro lo que en el presente nos privamos de disfrutar en carne y hueso.

Imperdible como cada invitación a los múltiples eventos que nos manda este as del distraimiento que es el Facebook. Así, sentados frente a la computadora, como todo nos resulta imperdible es que terminamos perdiéndonos de todo. Esa sensación de creer poder estar en distintos lados a la vez es la que nos hace terminar perdiéndolo todo. Nos hace olvidarnos de esas caricias, esa cabeza apoyada contra el pecho,  esas miradas de las que cada vez tenemos menos y nos faltan más.

Esa catarata de eventos y actividades de las que nos encantaría ser parte más que imperdibles terminan siendo “imparticipables”. La ilusión de multiplicarnos. Ese humo que nos venden y compramos y fumamos, nos da la sensación de poder ser militantes de todo, cuando realmente somos emprendedores de nada. Esa burbuja artificial que nos tiene creyendo que somos algo que realmente no somos y nos tiene hipnotizados pensando que no somos lo que realmente somos. A ciencia cierta, no hacemos más que sentir que apoyamos miles causas injustas apretando un simple botón. Lamentablemente el problema que creemos estar repudiando o colaborando para que se termine, sigue ahí. Está cada vez más fuerte y más lejos de solucionarse mientras nosotros nos creemos artistas, productores, soñadores y militantes poli rubros que realmente no llegan a ningún rumbo.



Aquel museo de grandes novedades del que hablaba el rockero Cazuza en su preciosa Rio de Janeiro, hace que lo nuevo sea viejo en cuestión de minutos y quede reluciente para exposición. Los revolucionarios de escritorio ya son cosa del pasado. Esos rebeldes que tenían como principal arma el mouse de la PC, ya están capacitados para pasar el resto de sus días en un museo. Hoy, con el ser humano puesto al servicio de la tecnología, nos venden que somos capaces de hacer la revolución desde el colectivo, en una sala de espera, desde el trabajo o durante el viaje en tren. Todo eso gracias a las distintas prótesis virtuales que nos brinda el catálogo tecnológico variable que está en permanente actualización pero mantiene la misma lógica devoradora y desechable de siempre.

Ya lo dijo el maestro Rubén en otra canción: “De que nos vale tener inteligencia si no aprendemos a usar la conciencia”

Me retiro, maestro.



Ruben Blades - Creo en ti

5 comentarios:

  1. Muy buenas reflexiones, las comparto y la cita final una joyita.

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  2. Muy bueno Fede! Lo de Cazuza es tal cual. Abrazo!

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    1. Muchísimas gracias por leer y comentar Don Cane. Un fuerte abrazo!

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  3. Me gustó mucho Fede. Creo en ti y te mando un abrazo!

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